La música se define, según la R.A.E., como “el arte de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de suerte que produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya tristemente”.

Parece necesario añadir a esta conceptualización, que la música se constituye también como un vehículo de transmisión cultural y, al mismo tiempo, como uno de los elementos que la construyen. La música forma parte de la identidad de los pueblos, que la nutren con sus ideologías, sus costumbres, creencias y valores; también a la inversa, siendo los pueblos quienes modelan y configuran sus propias músicas, melodías y ritmos.

 

La música evoca a la sociedad

La música se acompaña con letras que evocan historias, experiencias y formas de entender la realidad y la vida de una forma determinada. El contenido de las letras de las canciones supone al final, un posicionamiento más o menos concreto ante distintos aspectos del mundo que nos rodea, que responde al pensamiento dominante en determinado momento histórico.

Mensajes, concepciones e ideas erróneas que no contribuyen a construir una sociedad mejor, ha habido desde siempre. En el imaginario popular y en las canciones tradicionales encontramos contenidos estereotipados, prejuiciosos y dañinos para determinados sectores de la población.

 

Nos influye desde la infancia

Por ejemplo, canciones infantiles como “La canción de Don Federico”, “Así planchaba, así, así” o “Porompompón Manuela” pueden ser algunos de los casos que, muy probablemente sin malicia, han contribuido y contribuyen al mantenimiento de roles de género estereotipados desde la infancia. Canciones de baile como “Eres mía”, “Cuatro babys” o “Mala mujer” que transmiten mensajes machistas y misóginos. Miles son las canciones que bien para público adulto o infantil, bien clásicas o actuales, destilan sesgos e ideas erróneas desde una perspectiva de género.

Si a estos mensajes desfasados añadimos el hecho de que las melodías y sus letras son pegadizas y constantemente repetidas en tarareos, tik-toks, bailes, anuncios, playbacks, reels, medios, etc., es innegable que penetran y se consolidan en nuestra memoria, pudiendo llegar a formar parte de nuestros valores y creencias de forma más o menos consciente.

Así, el fenómeno de la transmisión y perpetuación de roles, ideas y posicionamientos machistas por medio de expresiones artísticas no es nuevo; sencillamente continúan presentes en nuestros días, y no sólo en la música.

 

Ser críticos con lo que escuchamos

Esto debe hacernos perseverar en la lucha por la igualdad. En muchas ocasiones, podemos llegar a preguntarnos qué podemos hacer contra miles de millones invertidos en editar, publicitar, emitir, vender o compartir productos cebados de ideología machista y de cosificación de las mujeres.

Desde nuestro punto de vista, la educación en igualdad, la educación sexual y la educación en el feminismo, son las herramientas más eficaces para construir un pensamiento crítico que permita filtrar estos mensajes, y que no acaben formando parte del repertorio de creencias y valores. Si una persona tiene conciencia de lo que significa la desigualdad de género, sabrá detectar, anticipar y rechazar este contenido que, aunque lo baile o tararee, la impermeabilizará de forma que no llegará a incrustarse en el sistema de pensamientos y conductas que la definen.