Viernes por la noche…

Por fin has quedado con una amiga para cenar, tomar algo y bailar, hace tiempo que no sales… Clases, exámenes… demasiadas horas en casa y en la biblioteca, hincando codos, pero el esfuerzo ha dado sus frutos, ¡todas aprobadas y muchas con nota!, ¿qué digo nota?, ¡notaza! ¡Esto hay que celebrarlo!

— A las 20h, sí, en la esquina, nos pilla de paso para la zona de bares y ya miramos dónde picamos algo y luego… ¡Marcha! ¡¡¡¡¡¡¡¡Vamos a bailar como si no hubiera un mañana, ja, ja, ja!!!!!!!!

Vaya, parece que mi amiga se retrasa, está oscureciendo, ¡joder!, podríamos haber quedado en otro sitio, por aquí no pasa ni el tato. Y yo precisamente he elegido el vestido más corto y sexi que tenía en el armario. Espero que llegue pronto…

¡Mierda!, por ahí viene un grupo de chicos, miro hacia otro lado, que no me vean, seguro que me dicen algo, siempre igual, ¡tierra, trágame! Por qué tengo que pasar este mal trago… Venga, ven ya tía; gira la esquina en este mismo instante, al menos no estaré sola…

(Mientras el grupo de chicos…)

— ¡Ey!, mirar ese pibonazo. ¿Qué te apuestas a que le digo algo? Me la tiraba ahí mismo. ¡¡¡¡¡¡Joder como está!!!!!!

— Venga tío, vamos a decirle algo a la pava, igual cuela… Ja, ja, ja…

— Hola bellezón ¿Dónde vas tan solita?… ¿Necesitas que te acompañe? ¿Te llevo a algún sitio?… Va, vente con nosotros y no te arrepentirás, te lo vamos a hacer pasar de p.m, ¿qué dices? Venga, preciosa…

— Sí, va, vente, guapa, te invitamos a unas copas…

(De fondo risas de sus colegas y comentarios entre ellos…)

Joder, mira para otro lado, haz como que no los oyes, me voy, me quedo, ¿qué coño hago? Esto me da mucho miedo. Voy a escribirle a esta. No, mejor la llamo.

— “Tía, pero ¿por dónde vas?, llevo aquí un rato… date prisa, por lo que más quieras, tengo un grupo de babosos gritándome desde la acera de enfrente, me está dando un acojone… (dice entre dientes para que no la oigan).

(Mientras ellos insisten…)

— ¿Qué pasa tía, no te han enseñado educación en tu casa o qué?, que te estamos hablando a ti… Sorda. Mírala, se hace la despistada, seguro que ni siquiera está hablando con nadie… Jajajajaja.

— ¡Disimula, disimula!, si no quieres que te digan nada, ¿por qué te vistes como una puta y te esperas en una esquina?, es que te lo estás buscando tu solita, tía. ¡Que te den, no vayas calentando por ahí!

Joder, que mal trago, por lo menos ya se han ido, serán mierdas, con las ganas que tenía yo de fiesta y salir y me han reventado la noche…

— Tía, ¡por fin! No veas lo que me acaba de pasar, nunca había pasado tanto miedo como hoy… No, por ahí no, no quiero cruzármelos, vamos por el otro lado…

— Lo siento, he venido todo lo rápido que he podido, ¿qué te ha pasado, estás temblando?

Esta historia, te suena, ¿verdad? Seguro que más de una vez has pasado por una situación similar… ¿Piropos o acoso?

En este tipo de acoso, el acosador se siente con el derecho de interpelar a las víctimas en la calle. Se sitúa en una posición de poder, sin haber recibido previamente su consentimiento y entendiendo que sus comentarios hacia las víctimas están justificados. Los interpretan como halagos o son socialmente aceptados y celebrados por el grupo. La hace suya sin pedir permiso, así, porque sí, porque lleva un vestido corto, porque es de noche, porque está sola, por el sitio donde está, cualquier excusa vale, pero definitivamente lo hacen porque es mujer, porque la cosifican, la ven como un objeto, se sienten con poder para comportarse así.

Estas actitudes nos menoscaban como mujeres, nos hacen sentir miedo, inseguridad, alteran nuestro comportamiento al tener que pensar a qué horas hemos de salir a la calle, qué hemos de ponernos y en qué situaciones, intentando en todo momento ir acompañadas.

Así que, si no te pide opinión, no se la des, porque no quiere oírla, y menos ahí, así, ahora y de ti.