Todo empezó con un comentario que parecía inofensivo. Era martes por la noche y Diego revisaba el móvil tumbado en la cama. El grupo de WhatsApp de su clase, ese donde siempre se pasaban vídeos y chistes, empezó a llenarse de mensajes.
— ¿Habéis visto a Diego hoy? Vaya pringao con su discursito de respeto.
Diego sabía perfectamente de qué hablaban. Aquella mañana, en la hora de tutoría, habían hablado sobre relaciones de pareja. La profesora preguntó qué opinaban de compartir la contraseña del móvil con la pareja. Algunos decían que era “prueba de confianza”. Otros, que, si una chica subía fotos en bikini, era normal que su novio se enfadara.
Diego levantó la mano. Se sintió un poco nervioso, pero dijo lo que pensaba:
— Yo creo que, si tienes que controlar el móvil o la ropa de tu pareja, eso no es amor. Es inseguridad.
Hubo un silencio incómodo. Algunos pusieron cara de “ya está el listo”. Y después siguieron con otros comentarios.
Pero por la noche, cuando Diego abrió el chat, vio que su opinión se había convertido en un meme. Un sticker con su cara y la frase “El feminista intensito”. Otro mensaje decía:
— Normal que no ligue, si va de caballero salvador.
— Veremos cuando se eche novia y le deje hacer lo que quiera, a ver cuánto le dura.
Diego leyó todo en silencio. Sabía que no era la primera vez que le decían cosas así. No le gustaba reírse de las chicas ni hablar de ellas como si fueran un trofeo. Nunca se unía cuando compartían fotos privadas o cotilleos. Y eso, al parecer, lo convertía en “rarito”.
Cada notificación le hacía sentir más solo. Hubo noches en que pensó en callarse para encajar. Quizá si se reía de otros, lo dejarían en paz. Quizá si fingía que todo le daba igual.
Pero en el fondo, Diego sabía que no quería ser como ellos. Que prefería ser fiel a lo que pensaba, aunque eso le costara burlas.
Una tarde, después de ver otro meme sobre él en el grupo, se hartó. Se acordó de las palabras que la orientadora dijo una vez: “A veces, defender el respeto te convierte en objetivo. Pero callarte no te protege, solo te hace sentir peor.”
Así que escribió un mensaje privado a su tutora. Al día siguiente, hablaron en privado. La tutora lo escuchó con atención. Le dijo que su actitud era valiente y que no estaba solo. Se activó un protocolo de mediación. Muchos compañeros se sorprendieron cuando vieron lo serio que era. Algunos se disculparon. Otros no dijeron nada.
Poco a poco, los insultos se fueron apagando. Diego entendió que no era él quien tenía que cambiar. Que opinar distinto no lo hacía menos. Lo hacía fuerte.
La violencia no siempre es física. A veces está en los comentarios que buscan que te calles. En las risas que te hacen sentir ridículo por pensar distinto.
Si ves que alguien es atacado por no seguir la corriente, no te calles. A veces un solo mensaje de apoyo cambia todo.